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El coronavirus, devastador ‘fichaje’ en el ‘sile-nole’

El COVID-19 ha transformado el ecosistema dominical salmantino al impedir las tradicionales reuniones de coleccionistas, grandes y pequeños, en un rincón de La Alamedilla

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Susana Martín / ICAL . El coronavirus devastador ‘fichaje’ en el ‘sile-nole’

 

Javier A. Muñiz / ICAL

El año 2020 será recordado por las transformaciones que han sufrido las vidas de ciudadanos de todo el mundo. Trágicas en muchos casos. En otros, no tanto, aunque quien más y quien menos ha visto modificadas alguna o varias de sus conductas. Cambios que afectan al bolsillo, a la rutina laboral o a la esfera social, y en definitiva, a la forma en que uno se relaciona con los demás. Primero fue el confinamiento domiciliario, después el uso obligatorio de la mascarilla, la desescalada por fases y, más tarde, la segunda ola con el cierre perimetral de territorios o el toque de queda. Y un largo etcétera que multiplica pormenores de forma exponencial. La imposibilidad de reunirse con demasiadas personas, la clausura de bares y restaurantes o el impedimento de entrenar en los gimnasios han supuesto golpes a la línea de flotación del tejido social en el día a día.

Del mismo modo, el coronavirus ha mutilado la celebración de eventos y y actividades. En Salamanca, con gran población flotante en forma de colectivo estudiantil, suelen proliferar los actos culturales y conciertos varios organizados para satisfacer a este público. Pero, en la provincia salmantina, adquieren una dimensión especial cuando además tienen carácter tradicional. Sobre todo la Semana Santa, pero también las corridas toros, las Ferias de la Virgen de la Vega o las verbenas en las fiestas de los pueblos, que en verano animan el hastío del estío en las zonas rurales y ponen picante a las vacaciones de vecinos y forasteros. La pandemia se ha llevado por delante todas ellas, y también otras que pueden parecer menos importantes, pero con gran arraigo entre quienes se han criado en el entorno de ciudad. Es el caso del clásico intercambio de cromos en La Alamedilla.

 

 

 

Con tradición

Cada domingo, desde tiempos memoriales pero aún así lejanos, se reunían en Salamanca numerosas personas para cambiar, comprar y vender cromos. El sistema es conocido por todos. Se resumen en el arte del ‘sile-nole’, abreviatura coloquial de uso infantil, con leísmo incluido, que contrae la expresión ‘sí lo tengo’ o ‘no lo tengo’. El uso de uno u otro depende de si ya está, o no, en poder de quien quiere hacer ‘negocio’ con alguno de los cromos que se superponen sobre el taco de cualquier interlocutor. Una actividad manual de intercambio de objetos que está, a todas luces, contraindicada para contener la expansión del COVID-19. Así lo especifican claramente las informaciones difundidas hasta ahora por las autoridades sobre la permanencia del virus en algunas superficies. Así es, el ‘bicho’, además de muy peligroso para salud, es un ‘aguafiestas’.

Una costumbre fijada en Salamanca junto al parque de La Alamedilla, pero que también es conocida en otros lugares de España. No demasiados. Algunos, tales como el mercado de San Antoni, en Barcelona, la plaza Quintana, en Madrid, o la plaza del zaragozano barrio del Tubo. En esos y otros espacios se intercambiaban en tiempos de la ‘vieja normalidad’ todo tipo de colecciones: de animales, muñecas, cuentos, series de televisión o juguetes animados. No en vano, Panini, la empresa más conocida en el sector, edita más de 60 colecciones diferentes. Sin embargo, la reina de todas ellas es la de la Liga de fútbol. Un hobby que ha animado a millones de niños y niñas a lo largo de décadas a aficionarse a este deporte. A conocer de carrerilla a sus estrellas y a los jugadores menos importantes. A todos. Porque esa es la gracia de las colecciones de cromos: completar el álbum.

 

 

En estas circunstancias, para la propia empresa de fabricación y distribución del álbum de la Liga, la irrupción del coronavirus ha supuesto un importante contratiempo. De hecho, Panini cerró la primera edición de este año el pasado 5 de agosto, con la temporada recién terminada y un futuro lleno de incógnitas. Sin ir más lejos, la continuidad en su club del protagonista de la portada de esta temporada. Un tal Leo Messi. Tampoco se conocían todos los ascensos y, por eso, el Elche, último en lograr su billete para Primera, no tiene diseño en su página de la primera edición. Las posteriores, ya con los denominados cromos ‘coloca’, subsanan esta circunstancia y traen los últimos fichajes. Ilusiones renovadas para todos. Pero el ‘fichaje’ del virus, por supuesto, además de inesperado ha sido devastador.

A partir de agosto, cuando empieza una nueva temporada de fútbol, comenzaba a animarse este encuentro dominical de origen espontáneo. Padres con hijos, abuelos con nietos, y más de un adulto que se aferra al gusto por coleccionar. Gente de todas las edades que, desde las once de la mañana atizaban el trasiego de la plaza. Más aún entre el mediodía y la hora de la comida. Muchos aprovechaban el paseo a la hora del vermú para llevar a los más pequeños a buscar los cromos que les faltaban. Sin embargo, desde el pasado mes de marzo esta actividad ha caído en picado y apenas un puñado de personas acude a comprar. Nunca a intercambiar, porque, según reconocen a pie de plaza, es peligroso.

 

 

 

Un 80 por ciento menos en ventas

Así lo certifica Jorge Nieto, de los pocos que ha continuado acudiendo cada domingo a La Alamedilla a vender y comprar cromos. “Ha bajado radical. Aquí se podían juntar como mínimo 50 personas y casi siempre se superaban las 100”, explica a Ical, mientras un par de personas esperan para comprarle cromos. Él, una mujer y su hijo representan toda la afluencia este domingo. “Llevo viniendo toda la vida, desde que tenía seis o siete años”, recuerda con nostalgia a sus 57. “Y es un privilegio que no lo hay en toda España”, reivindica, mientras mira al futuro con escepticismo. “Va a costar que vuelva porque la gente tiene mucho miedo a venir. Sí que sigue haciendo las colecciones, pero esto ha pegado mucho bajón”, lamenta. Bien sabe lo que es coleccionar Jorge, que ha completado “más de 700” álbumes a lo largo de su vida.

Pocos metros más allá, en la trasera del paseo de Canalejas, junto al instituto Martínez Uribarri, se encuentra el quiosco Azul, regentado por José Manuel González. Allí también se ha notado el fin de las masivas reuniones de cromos. “Llegó el estado de alarma y la gente, por miedo, ha dejado de venir”, explica. Además, cifra en el 80 por ciento el descenso que ha experimentado en la venta de cromos durante los últimos meses. “Se nota, pero mucho”, lamenta. José Manuel lleva al frente del negocio 18 años y siempre ha recordado las tradición de los cromos en La Alamedilla. “Más de 200 personas se han llegado a juntar”, asegura. Gente de todas las edades. “Muchos niños, por supuesto, pero también gente con 50 o 60 años que tiene la afición de coleccionar”, precisa. Para él la única solución para recuperar la tradición de los cromos en Salamanca pasa por un vacuna.

Por fortuna, en la últimas semanas han llegado las primeras noticias que anuncian la distribución temprana de un fármaco. Una luz al final de este túnel que ha cambiado la vida de todos y en muchas formas. También para los pequeños coleccionistas que encuentran en esta afición ‘de toda la vida’ una manera de aprender disciplina, la de acabar lo que uno empieza, o para los más mayores que quieren regresar a una feliz niñez, de la que tal vez nunca se fueron.

 

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