El “milagro” de abrazar por primera vez a un hermano


Un vecino de la localidad zamorana de Bretocino, Antonio Llamas (D), ha conocido a su hermano cubano de 62 años que se llama también Antonio Llamas, hijos de Manuel Llamas que emigró en 1952 a Cuba desde este pueblo zamorano. En la imagen posan en la casa del pueblo donde nació su padre con una fotografía y el pasaporte de su padre
Ni la lluvia quiso perderse las intensas emociones que sacudieron esta mañana el corazón de la familia Llamas y la tranquilidad del pequeño pueblo zamorano de Bretocino, escenario del primer abrazo que se han dado en su vida dos hermanos, ambos de nombre Antonio, y que hasta este encuentro solo habían tenido la oportunidad de conversar por teléfono hace dos años, cuando sus familiares lograron ponerles en contacto.
Hasta entonces, ambos conocían su existencia, pero su único canal de comunicación eran las contadas visitas de una tía, que al igual que su padre un día decidió buscar una mejor vida lejos de Zamora y emigró a Cuba.
Su padre, Manuel Llamas, que había sido sargento de la Guardia Civil durante la Guerra Civil y que luego trabajó como funcionario para luchar contra el estraperlo que se extendió por todo el país como contrapunto a las cartillas de racionamiento, decidió buscar fortuna fuera de España y en 1952 se embarcó en Vigo en un vapor rumbo a La Habana.
Atrás, en Bretocino, Manuel dejó a cuatro hijos. El pequeño, Antonio, apenas tenía ocho años y desde entonces, además de una fotografía, el único recuerdo de su padre fue el dinero que envió a su madre pocos meses después de su viaje para que pudiera comprarle un traje para su primera Comunión. Manuel nunca regresó a tierras zamoranas y en La Habana inició una nueva vida. Allí trabajó como cobrador de gas y tuvo otros tres hijos: Antonio, Manuel y Daisi.

En la imagen muestra una fotografía de su primera comunión en la que el traje que lleva se lo pudieron comprar gracias al dinero que les envió su padre desde Cuba
Esta mañana, abrazados, mientras sostenían entre sus manos una fotografía de su padre acompañada por el pasaporte con el que su progenitor llegó a La Habana, ambos hermanos coincidían en calificar este encuentro de “auténtico milagro”. Con los ojos enrojecidos, Antonio -el cubano-, confesaba que nunca se había imaginado vivir un momento así y poder conocer a su hermano en la que fue la casa de su padre, ya que a la falta de recursos económicos para sufragarse el viaje se une su fobía a volar, un miedo que en esta ocasión no sabe cómo ha podido vencer.
Pero además de las investigaciones de familiares cubanos, que permitieron que los ‘antonios’ pudieran charlar por teléfono hace un par de años, este encuentro ha sido posible gracias a los programas ‘Anoranza’ y ‘Raíces’ de la Diputación de Zamora, iniciativas que tienen como objetivo mantener los vínculos entre las colonias de zamoranos y sus descendientes en Cuba y Argentina. Este año son catorce participantes los que durante quince días recorren la provincia para conocer la tierra de sus familias.
A excepción del nombre de sus esposas -ambas se llaman Rosa-, la vida de estos dos hermanos que acaban de conocerse poco tienen en común. Antonio -el zamorano-, con siete años comenzó a trabajar en el campo y se tuvo que “ir a servir a Villarrín de Campos”. Más tarde, y siguiendo los pasos de su padre, decidió emigrar, aunque en este caso su destino fue Suiza. Allí pasó unos años antes de establecerse definitivamente en Bilbao, donde hasta su jubilación trabajó como obrero en una fábrica de trenes.
Su hermano no tuvo una infancia tan dura y toda su infancia la pasó en la escuela. Después trabajó en la construcción y como mecánico de bombas de agua, hasta su jubilación por enfermedad. Sus problemas vienen ahora, cuando tiene que sobrevivir con una pensión mensual de 200 pesos -menos de 10 dólares-.
En los próximos días los hermanos Llamas, de 74 y 62 años, tendrán tiempo de contarse sus vidas, sus recuerdos y la añoranza que siempre les acompañó por conocer a una familia separada por más de 7.000 kilómetros, pero también tendrán tiempo para explicar a sus descendientes y a sus vecinos que los emigrantes, “en cualquier país y en cualquier momento, son personas que merecen ser tratadas con respecto y dignidad, ya que lo único que buscan es una forma mejor de ganarse la vida de forma honrada”, apuntala el mayor de los hermanos.

Un vecino de la localidad zamorana de Bretocino, Antonio Llamas (D), ha conocido a su hermano cubano de 62 años que se llama también Antonio Llamas, hijos de Manuel Llamas que emigró en 1952 a Cuba desde este pueblo zamorano. En la imagen el momento del encuentro
Sánchez Tamame
Sentimientos parecidos acompañaron esta mañana en Bretocino a María del Rosario Sánchez, nieta de Francisco Sánchez Tamame, uno de los impulsores de la Casa de Zamora en La Habana, asociación que el pasado año cumplió su primer siglo de vida. Por su trabajo en favor de los emigrantes españoles, Sánchez Tamame fue reconocido como Caballero de la Real Orden de Isabel La Católica por el Gobierno y el propio expresidente Adolfo Suárez le condecoró con la Medalla de Honor de la Emigración en un viaje oficial que Ejecutivo español realizó a la isla.
María reconocía que además de estar cumpliendo su sueño, también estaba cumpliendo una especie de mandato de su abuelo, “ya que su alma siempre vivió en Alfaraz de Sayago”.
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