El Patio Herreriano reivindica con ‘Inseparables’ la mirada singular y la amistad inquebrantable de Gabriel Cualladó y Paco Gómez
La muestra reúne más de un centenar de imágenes de ambos amigos, “renovadores de la fotografía española desde los años sesenta”
En el Madrid oscuro de la posguerra, cuando ambos superaban la treintena, el destino quiso que Gabriel Cualladó y Paco Gómez se conocieran cuando ambos superaban la treintena en una de sus visitas a la Real Sociedad Fotográfica de Madrid. En aquel punto de encuentro para los aficionados, seno de tertulias interminables y debates en torno a las posibilidades de experimentación fotográfica, los dos trabaron una amistad inquebrantable mientras desarrollaban a la par sus miradas singulares sobre una España necesitada de una severa transformación.
Las salas 1 y 2 del Museo Patio de Arte Contemporáneo acogen, hasta el próximo 16 de junio, la exposición ‘Inseparables’, una muestra organizada con fondos de la Fundación Foto Colectania, que aglutina un centenar de imágenes captadas por los dos, estableciendo paralelismos y recalcando tanto las diferencias estilísticas como las preocupaciones temáticas comunes de ambos creadores.
“Fueron dos amigos inseparables y grandes cómplices desde que se conocieron, superada su juventud. Les unió la fotografía cuando aún eran amateurs y los dos se dieron cuenta de que la sociedad española era muy interesante pero tenía que renovarse”, destacó el comisario de la exposición y director de Foto Colectania, Pepe Font de Mora.
Contemplando las imágenes que integran la muestra, el espectador emprende un viaje de la mano de ambos creadores a un Madrid desaparecido, a una España de otra época, en blanco y negro y por levantar sobre la tierra yerma que dejó la contienda. Esta crónica de otra época recoge solares vacíos en plena calle Atocha, impensables construcciones rurales en Arturo Soria o bancos desiertos bajo el puente Juan Bravo, que conviven con encuadres evocadores de las murallas de Ávila o retratos de familias en Turégano o fábricas abandonadas.
Según explicó, Font de Mora, en la exposición no han pretendido seguir un criterio “historicista”, sino desvelar las complicidades que se establecieron entre ambos a través de algunas de sus imágenes más icónicas y de otras series más desconocidas por el gran público. “los dos viajaban juntos y salían a fotografiar juntos, pero hacían cosas muy diferentes”, apuntó.
En ese sentido, comentó que Paco Gómez contaba con una mirada “más sosegada y tranquila” y dedicó buena parte de su obra a la “fotografía poética de interiores”, reflejando con una mirada singular espacios inertes como tuberías o esquinas de casas que para el resto de personas bien podían pasar desapercibidos y sobre los cuales él lanzaba una nueva perspectiva. Por su parte, Gabriel Cualladó se centró en los retratos y la vida en movimiento, además de contar con una vertiente de fotoensayos, siguiendo la estela de Eugene Smith, que también encuentra su eco en esta exposición.
La muestra también reúne imágenes de un encargo que recibieron por parte del Comisariado de Turismo Francés, que en 1962 invitó a trece fotógrafos españoles (entre ellos Cualladó y Gómez) a fotografiar las calles y las gentes de París durante una semana.
En la inauguración además intervino el hijo de Gabriel Cualladó, que comparte nombre con su padre. Él agradeció que esta exposición permitirá dar a conocer entre las nuevas generaciones la obra de su progenitor, que tras gozar de un importante reconocimiento en los años 80 y tras conquistar el Premio Nacional de Fotografía en 1994, había quedado en segundo plano. “Los dos fueron grandes fotógrafos y esta exposición ayudará a que sus obras sean reconocidas y recordadas”, destacó antes de completar: “Mi padre era particularmente sensible cuando fotografiaba a conocidos. Solía captar la personalidad del personaje, sobre todo con los niños, que fueron uno de sus grandes temas”.
Por su parte, Font de Mora recordó que con la irrupción de la guerra civil se paralizó el ejercicio de la fotografía de vanguardia en España, algo a lo cual no se resignó Cualladó, que siguió alimentando su biblioteca personal con libros de fotografía del extranjero que posteriormente sirvieron para nutrir el imaginario del colectivo La Palangana, que integraron junto a otros fotógrafos como Francisco Ontañón, Rubio Camín, Leonardo Cantero, Ramón Masats, Gerardo Vielba, Fernando Gordillo y Juan Dolcet, y que derivó en lo que tiempo después pasó a conocerse como Escuela de Madrid.
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