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Entrevista a Ignacio Rosell, secretario del Comité de Expertos y representante autonómico del grupo de desescalada nacional

“La nueva normalidad va a ser complicada. No auguro un escenario de tranquilidad en otoño y tenemos que estar preparados”

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Es al primero que le gustaría salir a la calle sin mascarilla, dar la mano o dos besos al saludar; avanzar hacia el fin de ‘esta nueva’ realidad que comienza y en la que cada uno tiene que aportar su grano de arena. Ignacio Rosell, secretario del Comité de Expertos de la Consejería de Sanidad en la lucha contra el COVID-19 y representante autonómico, junto al vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, en el Comité de Expertos nacional para fijar la estrategia de desescalada, sabe que el virus no respeta a nadie, ni a él por muy experto que sea y por mucho que haya mantenido todas las precauciones. Este profesor de la Universidad de Valladolid, que también es médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, y una víctima más del coronavirus que estuvo ingresado 12 días y que puede felicitarse por haberlo superado, llama a la responsabilidad individual en esta desescalada que no se sabe ni cuándo empezará, ni cuándo acabará, y que no supone volver a la vida anterior. “El día 11 esto no se acaba”, explica a Ical. “Seguiremos con muchas restricciones en actividades generales, laborales, de bares, comercios.. y en nuestra vida normal. El confinamiento ha sido un gran esfuerzo de toda la sociedad para atenuar la curva. Como no seamos prudentes podemos volver al punto de partida”, añade, para augurar que el otoño tampoco será tranquilo.

 

Leticia Pérez / ICAL . Ignacio Rosell, secretario del Comité de Expertos Covid-19

 

En primer lugar, cómo valora el documento de desescalada aprobado esta semana por el Gobierno central. Desde su punto de vista, ¿es asumible?

Es bueno tener un documento de referencia, pero ha faltado debate en el proceso y hay cosas por aclarar. Desconocemos elementos básicos, como los valores, los resultados que permiten pasar de una fase a otra. Se habla de indicadores, casos, camas de ucis… pero no del valor. Curiosamente, tampoco se recoge algún dato relevante como cuántas personas son contagiadas por cada caso; no aparece ningún indicador de seroprevalencia… Da la impresión de que ha podido faltar algo de reflexión final antes de presentar el documento por cuestiones que, como técnico, se me escapan. Un compañero de la Universidad, Raúl Ortiz de Lejarazu (virólogo y exdirector del Centro Nacional de Gripe de Valladolid), comentaba que es como si te dicen que lleves la ruedas del coche bien hinchadas, pero no a qué presión. Veo confusión en las fases; no sé que porcentaje de ciudadanos lo tiene claro, y, en tercer lugar, y me preocupa muchísimo, que la gente no lo haya entendido y piense que el 11 de mayo, automáticamente, todo vuelve a la normalidad, porque no es así. Hay que ir fase a fase e igual no todos los territorios pueden avanzar. Seguiremos con muchas restricciones en actividades generales, laborales, de bares, comercios.. y en nuestra vida normal. El confinamiento ha sido un gran esfuerzo de toda la sociedad para atenuar la curva, y como no seamos prudentes podemos volver al punto de partida.

 

Castilla y León demanda, por sus peculiaridades de extensión y dispersión geográfica, que la vuelta a la nueva realidad arranque por zonas de salud. ¿Esa posibilidad se ha descartado?

El planteamiento general del Gobierno es de provincia, pero no ha habido una respuesta clara negativa por parte del Ministerio de Sanidad sobre las zonas básicas de salud. Desde el punto de vista estrictamente técnico, vemos muchas ventajas en la desescalada por pequeños territorios, más fáciles de controlar en movilidad, más claramente identificados con un centro de salud, y más pequeños para no dar pasos en falso. La primera premisa de Castilla y León, el criterio número uno, es prudencia, y con esta propuesta los seríamos. Además, es más difícil llegar a un punto completo de provincia. En el ámbito urbano el criterio de zonas de salud no tiene sentido; no se plantea que, por ejemplo, en Valladolid el barrio de Parquesol esté en una fase diferente al de Covaresa, pero en el ámbito rural sí. Tiene sentido poder plantear un avance de fase en los pequeños puntos sanitarios alrededor de un centro de salud, con unos pocos cientos de habitantes, que no han tenido ningún caso en las últimas semanas. Serviría para ver bien el impacto de las medidas y serían zonas muy seguras y más fácil controlar la movilidad. Por primera vez sería una pequeña ventaja para la España vaciada. Pero no está muy claro.

 

Si se desescala por zonas de salud, con nada menos que 156 en el medio rural, cómo se evitarían trasladados entre pueblos vecinos pero que pertenecen a otra, ¿hay medios para controlar esta movilidad?

En una zona de unos pocos municipios, con una carretera de entrada y salida, que está en un valle, es mucho más fácil controlar la movilidad. Por su puesto, con la colaboración de los ciudadanos y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para controlar y sancionar los movimientos no autorizados. Como primera experiencia nos aportaría información interesante.

 

Dadas las condiciones epidemiológicas de Castilla y León y la evolución de los últimos 15 días, ¿considera que todo el territorio podría volver a la normalidad a finales de junio?

Me encantaría que Castilla y León estuviera en la nueva normalidad a finales de junio. Entiendo mucho toda la presión y la dificultad que los sectores no sanitarios; el aspecto socioeconómico, y el drama que está ocurriendo en muchas casas; y además, entiendo que los problemas económicos acaban repercutiendo en la salud. La salud no es sólo el coronavirus, también es tener problemas para llegar a fin de mes o tener una subsistencia mínima garantizada. Me encantaría y ojalá, pero en un territorio tan amplio como Castilla y León, con situaciones tan diferentes entre provincias… Tendría que mejorar bastante la situación. Si tenemos que ir a un planteamiento general, lo veo difícil, pero no son más que conjeturas porque no tenemos unas reglas específicas de incidencia, tasa de transmisión, dotación de camas libres…

 

Más a corto plazo, el 11 de mayo, ¿podría alguna provincia entrar en la fase uno?

Algunas están en buena disposición, aunque no todas sus zonas estén en verde, que es un criterio muy exigente. Hablamos de zonas que tienen cero casos confirmados en los últimos 14 días, no sólo confirmados con PCR o con test, sino también sin casos sospechosos en Atención Primaria. Alguna provincia podría estar cerca de dar ese paso, y otras lo tienen más difícil. No quiero comprometer datos, pero es evidente que provincias como Zamora podrían ser un ejemplo, otras, como Segovia, que ha sido muy penalizada por su proximidad a Madrid, están peor.

 

 

¿Qué es lo más urgente que tiene que hacer la Administración para preparar la vuelta?

En las residencias de mayores tenemos que ser muy restrictivos todavía. El coronavirus se ha cebado especialmente con estas personas, y deben ser una prioridad. Igual no soy muy preciso, pero en ellas vive el uno por ciento de la población y han registrado sobre el 40 por ciento de los fallecimientos. Cualquier medida que se tome debe estar muy estudiada. Luego, Atención Primaria debe estar preparada para controlar cualquier sospecha de casos, con acceso a los test, y para un rápido control de sus contactos. Debe haber un gran conexión informática y de recursos para que toda esa información llegue rápidamente a salud pública y contar con unos indicadores epidemiológicos rápidos que permitan vigilar la situación. No me olvido de los hospitales, donde se ha hecho un trabajo espectacular gracias a la implicación de los profesionales. Los dejo al final porque, afortunadamente, está bajando la curva, y gracias a todo ese trabajo previo ahora estamos un poco más tranquilos.

 

Habla de la Atención Primaria. Esta nueva etapa va implicar un cambio de la organización del sistema sanitario, en el que este nivel va a tener un peso vital. ¿Cómo y cuándo estará lista?

Esta situación ha sido un reto; un drama; hay miles de fallecidos, y ha tenido un fuerte impacto no sólo sanitario, social y económico en muchos aspectos. Tiene que servir para aprender y cambiar el enfoque en la Atención Primaria, para darnos cuenta de que igual estábamos haciendo un uso sanitario no siempre adecuado de nuestros recursos, y eso puede llevarnos a un uso más racional y a hacer más sostenible este nivel y las urgencias también. Me da la impresión de que esa nueva normalidad va a suponer cambios en nuestra vida, y también que seamos más racionales en el uso del sistema sanitario. Ojalá sea así.

 

¿Se plantean centros de salud COVID, cómo será el triaje?

Los centros de salud tienen que dar una atención integrada a la población, y me resultaría extraño que hubiera centros exclusivos COVID. Tiene que haber protocolos diferentes, y para eso es muy importante aprovechar la experiencia del triaje previo al pedir cita telefónica o con la aplicación, para establecer circuitos de atención especiales si hay una sospecha de coronavirus y evitar transmitir el riesgo.

 

Tan importante como la vuelta a la actividad, a las terrazas, a los comercios… son las medidas de seguridad porque el virus de momento no se ha ido. ¿Estamos preparados para integrar las medidas de prevención necesarias para interrumpir la transmisión?

El comportamiento de los ciudadanos está siendo excelente, pero aún así hay que insistir en muchas medidas de educación sanitarias básicas y en el cambio de hábitos. La higiene de manos es fundamental y tiene que formar parte de nuestra vida diaria varias veces al día y no sólo antes de comer; la higiene respiratoria, no toser al aire y utilizar pañuelos desechables para desechar inmediatamente; y cambiar nuestros hábitos sociales, ese saludo social de estrechar la mano o darse dos besos cuando te presentan a alguien, eso debería cambiar. Estamos en una nueva realidad, hay que cambiar muchas cosas y cada uno tiene que aportar su grano de arena.

 

¿La mascarilla debe convertirse en el complemento de protección de moda?

Las mascarillas, que al principio pensábamos que podían no ser tan necesarias porque los primeros informes de febrero, de marzo, nos decían que no había transmisión desde personas asintomáticas, y parecía claro que sólo tenían sentido exclusivamente en las personas enfermas, ahora sí lo son porque las personas asintomáticas sí contagian. Deben usarse para no contagiar a los demás. La mascarilla debe empezar a ser entendida como un gesto de solidaridad hacia los demás. ¿Eso quiere decir que haya que llevarla siempre?, en mi opinión no. Tiene sentido cuando no se puede garantizar el distanciamiento. Para andar por la calle puede no ser necesario, pero para subir a un transporte público, en el trabajo… sí.

 

¿Y los guantes?

Los guantes, y cito a la Sociedad Española de Medicina Preventiva, se consideran en el ámbito comunitaria un ‘no hacer’. Tenemos serias dudas, y, en principio, producen más perjuicio que beneficio. Una cosa es el guante para trabajar, en el ámbito sanitario, para coger fruta en el supermercado… y otro el guante con el que salimos de casa, tocamos el pomo de la puerta, abrimos el ascensor… Ese guante es una materia porosa que ha recogido todo lo que has tocado por la calle y que tocas al quitártelo. Vemos a personajes públicos usando guantes… Pues sí, queda un largo camino por recorrer. Pero las sociedades científica desaconsejan su uso.

 

¿Qué tarea queda por delante para el empoderamiento de la población, para comprender que el virus continúa entre nosotros?

Tenemos que ir a mensajes más concretos. Están muy bien los de ‘esto lo vamos a parar entre todos’, ‘saldremos de esta’… porque pueden ayudar en momentos en los que pasamos por estados anímicos distintos. Son buenas las campañas de refuerzo, como cuando salieron los niños, para incidir en los mensajes, y que entendamos que cada uno de nosotros somos clave. A ese que se salta las normas tenemos que empezar a hacerle entender que todos tenemos a mayores en nuestro entorno o a personas vulnerables y si nos pasamos de listos estamos haciendo daño en nuestro propio entorno. Entonces igual no tendremos que echar al culpa al sistema sanitario o a los políticos, sino a nuestra responsabilidad. Y ojo, nadie está libre de esto, hemos visto a niños en la UCI y a personas que en principio no parecían vulnerables.

 

¿Cómo podemos proteger a los mayores, a los abuelos cuando podamos ir a sus casas?

Las medidas de higiene y precaución son básicas. Tenemos que ser conscientes de que no podemos meter el virus en casa de nuestros mayores. Y aquí hay que seguir haciendo un gran esfuerzo para explicar las fases. El otro día veía una viñeta de Sansón en la que una abuela le decía a otra, ‘mis nietos llevan un mes sin venir a verme’, y le contestaba la vecina, ‘pues vaya nietos más maravillosos’. Es un ejemplo de que hay que mantener mucha prudencia y mantenerlos muy protegidos.

 

La OMS alertaba hace dos años de la llamada enfermedad X, que invitaba a todos los sistemas sanitarios a estar preparados ante una pandemia. ¿El COVID-19 nos pilló por sorpresa?

Se esperaba un pandemia; se preveía además una zoonosis, un salto de especies animales al ser humano, pero no estaba claro en qué momento iba a llegar. La experiencia de la Gripe A ha perjudicado en una respuesta más inmediata y enérgica ante la pandemia; la experiencia de unos sistemas sanitarios en gran alerta que temían una gran pandemia hace una década, que implicó grandes desembolsos económicos (se compraron decenas de millones de vacunas, los antivirales) y cómo el relato después fue que nos habíamos pasado de frenada; que las farmacéuticas habían impuesto sus criterios; que los gobiernos se había lanzado a comprar sin reflexión… Era un relato fácil. Eso ha podido influir en que los gobiernos se pararan ahora a pensar que se podría tratar de una gripe más. La respuesta no siempre ha sido rápida, también porque aún tenemos dudas de muchas informaciones iniciales. Pero después, está siendo la mejor posible.

 

¿Es pronto para saber si los niños podrán volver al colegio en septiembre, si se celebrarán las fiestas de los pueblos, si nos podremos bañar en las piscinas?

No sabemos qué va a ocurrir. No es descartable, para nada, una segunda oleada. Alguno de los grandes virólogos y microbiólogos que tenemos en esta tierra, como José María Eiros, lo ven así. Hablando con él me decía, no tengo ninguna certeza porque nadie la tenemos, pero no descartaría que en el otoño vuelva este virus. Ojalá, que mutado, como la adaptación del virus al ser humano. A un virus que se adapta al se humano no le interesa matarlo y quedarse sin huésped, sino convivir con él, con lo que podría ser más leve, pero no lo sabemos. Con el otoño, también van a aparecer infecciones respiratorias normales, los catarros y luego la gripe. Pueden pasar dos cosas, que haya una nueva oleada, en caso de llegue a bajar esta, que confiamos que sí, pero no estamos seguros; y dos, que cualquier infección respiratoria nos va a poner alerta. Una nueva normalidad va a ser complicada; el otoño va a ser complicado y tendremos que estar preparados para vigilar, contar con pruebas más fiables, seguras y rápidas. No auguro un escenario de tranquilidad este otoño, no sólo yo. Muchos epidemiólogos, virólogos y microbiólogos no lo tienen nada claro.

 

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