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Explosión demográfica… canina en Salamanca

Salamanca, que pasará de contar con apenas dos zonas de esparcimiento para perros en 2015 a tener 33 a finales de este año, alberga un total de 18.708 niños de hasta 14 años por 21.107 mascotas, de las que más de 19.000 son canes

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Huyendo del castigo térmico en medio del severo estío de la capital salmantina, el parque de los Jesuitas guarece a media mañana a paseantes de toda índole, como si de un oasis se tratase. La sombra de los árboles y las zonas ajardinadas invitan al tránsito sosegado al margen del cercano asfalto de las principales arterias de la ciudad, infestadas de utilitarios circulando, eso sí, como mucho a 30 kilómetros por hora. Además, en su interior, el parque alberga una de las 26 zonas de esparcimiento para perros con las que, en este momento, cuenta la ciudad de Salamanca. Serán 33 a finales de este año cuando en 2015, hace algo más de un lustro, apenas había un par de ellas en todo el municipio.

De hecho, en la actualidad, la capital del Tormes dispone de más de 145.000 metros cuadrados distribuidos en las diversas ubicaciones repartidas por toda la ciudad. Con el nuevo proyecto impulsado por el Ayuntamiento, se incrementan los espacios destinados al esparcimiento de los canes en otros 6.398 metros. Habrá siete nuevas zonas con el perímetro vallado a una altura de 1,20 metros y sin huecos en la parte inferior para evitar la escapada de los canes. Asimismo, está prevista la instalación de una fuente bebedero, un dispensador de bolsas ‘sanecan’ y el correspondiente cartel informativo. Según fuentes municipales, el presupuesto de esta medida asciende a unos 100.000 euros.

“Tenemos 21.107 motivos”, comenta la primera teniente de alcalde del Ayuntamiento de Salamanca, Ana Suárez, quien además es responsable de la Oficina de Bienestar Animal, creada al comienzo de esta Legislatura, y la principal artífice de las políticas sobre protección de mascotas que se han implementado en la ciudad durante este tiempo. Se refiere a la cifra de animales de compañía censados a esta fecha en el citado organismo municipal, de los que más de 19.000 son perros. A una media de tres personas por familia, prácticamente 60.000 salmantinos están vinculados de algún modo a un animal. “Es la mitad de habitantes, motivo suficiente en sí mismo para darle importancia a estos ‘vecinos’”, reflexiona.

 

Convivencia y progreso

La palabra clave en el desempeño municipal de esta oficina es “convivencia”. Suárez y su equipo se afanan en garantizar la mejor coexistencia posible entre los dueños de mascotas y quienes no tienen ninguna. “Por un lado, avanzamos en acondicionar la ciudad y, por otro, trabajamos con las personas que tienen perro. Abordamos los temas que nos preocupan, como el abandono o el maltrato”, resume. En definitiva, habilitan nuevos espacios “donde los perros puedan disfrutar” y ofrecen, a su vez, formación y divulgación por medio de campañas de sensibilización, como la lucha contra el abandono en vacaciones y los regalos inapropiados por Navidad, así como el fomento de la adopción y de la esterilización.

 

Susana Martín / ICAL. Explosión demográfica canina. El Baldío es una de las zonas más valoradas de Salamanca para acudir con los perros

 

Son algunos de los temas que se tratan en la Escuela de Bienestar Animal en las que se imparten pautas de educación básicas para acercar la plena convivencia entre los perros y sus dueños, y el resto de vecinos. “Uno que tuvo mucho éxito, por ejemplo, fue el relacionado con evitar que el perro se coma todo lo que pille. Son aspiradoras vivientes”, bromea la teniente de alcalde, que bien sabe, por propia experiencia, lo que implica ser responsable de un can. Sobre el incremento de medidas municipales hacia el respeto por las mascotas subyace una explicación demográfica, pero también hay voluntad política. “La principal diferencia es que ha entrado en el Ayuntamiento una persona empeñada en conseguir esto”, matiza sobre sí misma, aunque tampoco ha encontrado objeción alguna entre sus socios de Gobierno.

Durante este año, además, el presupuesto de la Oficina de Bienestar Animal se ha disparado porque incluye la construcción de un Centro Municipal de Protección Animal, un refugio acorde a la normativa para garantizar y cubrir el servicio de recogida de animales abandonadas, “una de las competencias más importantes en este área”, explica la concejala de Ciudadanos. De hecho, de los 348.000 euros que contempla el presupuesto total del organismo para este ejercicio, cerca de 220.00 se los lleva la construcción del refugio. La idea, según revela Suárez, es que la nueva infraestructura, que estará ubicada en la finca de la Salud, detrás de Mercasalamanca, donde antes había una escombrera, esté lista “en cuatro o cinco meses”.

Hasta la llegada del nuevo mileno no había ningún control sobre las mascotas. En la actualidad, tampoco es que el registro sea demasiado exhaustivo porque no hay constancia de los animales que se dan de baja por fallecimiento, puesto que, aunque es obligado, “no se persigue”. El registro municipal vuelca los datos del Siacyl, estadística que, a su vez, se integra en la Red Española de Identificación de Animales de Compañía. Allí es posible buscar un animal perdido, verificar los datos de cualquier mascota, encontrar veterinario y, precisamente, notificar las bajas o cambios de propietario. “Es cierto que los animales que mueren en casa no son demasiados y los que lo hacen en un centro sí son registrados”, matiza.

“De 2010 en adelante viene habiendo unos 1.100 animales inscritos al año”, según cifra Ana Suárez, quien identifica en 2015 un pico estadístico con más de 1.300 mascotas registradas. Desde ahí, cada año ha habido entre 1.200 y 1.300 nuevos ‘peludos’, un ligero incremento que respalda los recursos destinados a mejorar la convivencia entre los ‘vecinos’ de dos y cuatro patas y que también se deja notar a pie de calle. En el ‘pipicán’ del parque de los Jesuitas, Víctor, educador de perros y con amplia experiencia en la corrección de su conducta, aprecia el esfuerzo de las autoridades por incrementar la cantidad de espacios, pero advierte también de la necesidad de mantenerlos de forma adecuada. “Yo no me meto en el número de zonas, sino en la condición de cada una de ellas”, avanza, mientras vigila a los cinco o seis perros que tiene a su cargo.

 

Más no es mejor

Víctor contempla deficiencias en la zona junto al conocido como túnel de la televisión por la cercanía de la carretera. “Es el parque de los locos porque tiene muchísimo ruido y estímulos. Si vas por allí, están todos ladrando. Luego, la mitad del ‘pipicán’ es medio huerta y la otra un terreno seco y yermo en el que no hay ninguna sombra”, lamenta. Este educador recuerda cuando solo había dos zonas para perros en toda la ciudad. “Solo existía esto y el Baldío. Ahora, zonas realmente útiles no hay tantas. Las condiciones, tanto psicológicas como salubres, son cuestionables”, insiste. Se refiere también a la zona de los Jerónimos, donde denuncia un riesgo para la salud de los perros por las numerosas espigas que alberga, situación que se agrava con la siega, cuando, según ironiza, “empieza la temporada de los veterinarios” porque se les clavan o se les meten por los orificios.

Otro de los problemas se refiere al espacio. “Esta es una perra de terapia, a esa la he adiestrado yo de pequeña, a esa también, esa está educada y esa es de acogida. El único un poco más reactivo es ése, pero es uno. Si juntas aquí a cinco o seis perros con algún problema de conducta leve, puedes tener un problema grave”, concluye. “Es lo que ocurre con animales que son gregarios pero muy territoriales”, matiza el experto, que aunque no se dedica a pasear perros, sí lo hace con aquellos que han pasado en alguna ocasión por sus manos si existe la necesidad.

 

 

Una opinión compartida por Carmen, que sale con su galgo del ‘agility’, y coincide en que “más que la cantidad, el tema es que se conserven bien”. Agradece, eso sí, que exista la posibilidad de moverse en la ciudad, y más en esa parte que hay varias alternativas. “Cierto es que parte de la culpa la tenemos los dueños. Lo primero, e imperdonable, es lo de no recoger la caca. Luego, algunos perros tienen la costumbre de rascar el suelo y hacer agujeros, y los dueños tenemos que estar al tanto”, recuerda. Fuera del recinto, Ketty y Chema pasean con un labrador y un perro rescatado del abandono e inciden en lo mismo. “Mirándolo, uno se da cuenta de que está totalmente abandonado y seco. Nosotros ni lo metemos, porque empieza a levantarse polvo cuando el perro corre”, comenta la mujer.

 

Humanización peligrosa

Si existen 21.107 mascotas en Salamanca, llama la atención que, según el padrón reflejado a principios de este año en el Instituto Nacional de Estadística (INE), el número de niños y niñas hasta 14 años registrados en la capital del Tormes sea de 18.708. Es decir, solo contando los perros, hay más niños. “Yo sí he tenido hijos y les animo a que ellos también tengan. Pero es cierto que coincidimos con gente joven que tiene perro y le lleva como la parte maternal de esos niños que no tienen. Tengo constancia de ello, pero la razón no la sé”, comenta Ketty. Víctor, a su vez, aprecia que muchas parejas jóvenes “lo primero” que hacen cuando empiezan a convivir es cogerse un perro. “Yo creo que piensan que si son capaces de llegar a un acuerdo para educar a un ser vivo y le sale bien, pueden llegar a plantearse tener un niño. No sé, es un tema personal, pero lo veo mucho. Es como un experimento, aunque no lo reconozcan”, se aventura.

Por otro lado, advierte un un error “muy grave” y que a la vez es “muy común”. “Hemos pasado de tratarlos como animales que no valen para nada o que solo tiene una función, maltratarlos y educarlos a base de palos a humanizarlos completamente y creer que son niños. El 90 por ciento de los problemas de conducta que me encuentro vienen derivados de la humanización”, manifiesta. En este sentido, enumera el ‘hiperapego’, la sobreprotección, la reactividad y el miedo. “Todo eso viene de querer razonar con un animal que, al fin y al cabo, es jerárquico. Si tiene unas normas y sabe lo que tiene que hacer, es muy feliz haciéndolo. Pero no es un niño”, matiza. “En realidad, los perros no son humanos, son mejores”, bromea entre risas.

Del mismo modo, el educador canino menciona “el miedo por la inestabilidad sociopolítica y la inseguridad económica” como factores que influyen en la decisión de no tener hijos. Chema, por su parte, destaca que “no son incompatibles”, aunque es algo que ve normal. “Un perro te va a ser fiel toda la vida. Tú a lo mejor eres capaz de abandonarle, pero el perro no te va a abandonar a ti nunca”, reflexiona. Él bien lo sabe, pues recogió al suyo de la orilla del río con las orejas cortadas, lleno de garrapatas y muerto de miedo. “Hay que tener claro que una persona es una persona y un animal y animal”, apostilla Ketty.

Carmen, por su parte, apunta otras causas que también tienen que ver con el signo de los tiempos. “La gente se va haciendo mayor, hay menos jóvenes que estén con los abuelos y para suplir esa soledad, se cogen perros o gatos”, destaca. En cierto modo, y a su manera, aunque no defiende la humanización, la justifica y la explica en el contraste con la peor cara de la sociedad. “Como últimamente estamos tan hartos de ver cómo se portan muchas personas, se nos inclina la balanza hacia el perro. Si tú no te metes con él, él no se va a meter contigo. Es más noble. Lo ves venir. Las puñaladas por la espalda, hasta que no te le han metido no te enteras”, advierte esta salmantina. Y tiene razón.

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