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Garoña inicia el camino hacia el desmantelamiento

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Apenas han pasado cinco meses desde que el 1 de agosto de 2017 el Gobierno central anunciara el cierre definitivo de la central nuclear de Santa María de Garoña (Valle de Tobalina, Burgos). Tiempo suficiente para que los agentes implicados hayan comenzado a trabajar en el escenario de desmantelamiento de la planta nuclear más envejecida de España. Un trabajo que marcará el presente 2018 con el comienzo de las labores de predesmantelamiento y al que nadie se atreve a poner fin. Los más optimistas creen que Garoña no quedará “limpia” de material radioactivo hasta dentro de 40 años.

Enresa dio orden unos días después del anuncio de cierre del proceso de preparación de la documentación necesaria para la solicitud de autorización de desmantelamiento y la transferencia de la titularidad de la central nuclear de Santa María de Garoña (Burgos). Casi medio año después, la empresa pública que ha de acometer el trabajo de desmantelamiento de la planta ya ha comenzado a analizar un proceso “complejo” que arrancará, si todo va bien, este mismo año.

Desmontar Garoña no será tarea fácil ni mucho menos rápida. Los residuos de alta actividad, que en gran parte se corresponden con el combustible utilizado, habrán de almacenarse por distintos periodos de tiempo en almacenes temporales individuales y en uno centralizado. En la actualidad, explcian fuentes de Nuclenor, “la central se encuentra en estos momentos con el combustible almacenado en la piscina del edificio de reactor junto con el resto de combustible usado, donde se mantiene en condiciones de seguridad hasta que pueda ser trasladado”.

En este punto, conocedores de la materia explican a Ical que “existen distintos tipos de almacenamiento temporal para los residuos de una central nuclear”. En la actualidad, el material radioactivo de Garoña reposa desde que entrara en parada controlada hace años en una piscina para su enfriamiento.

El siguiente paso, y en el que ya se trabaja tal según indica la alcaldesa de Valle de Tobalina, Raquel González, es la construcción de una serie de contenedores anexos a la central que reciben el nombre de Almacén Temporal Individualizado (ATI). Se estima que Enresa sumará unos cinco contenedores de esta naturaleza para poder evacuar el material radiactivo más complejo dando comienzo al desmantelamiento de la central. Así lo confirma la empresa propietaria que avanza que los ATI llegarán a Burgos “a lo largo del segundo semestre del año”.

Se trata de un sistema empleado en otras centrales ya desmanteladas como la de José Cabrera o la de Trillo donde el material duerme por un tiempo determinado en unos diez años, en el mejor de los casos, en contenedores de grandes dimensiones metálicos o de hormigón-metal. En el caso de la central nuclear de José Cabrera, el  ATI almacena aún 12 módulos cargados con el combustible gastado y otros 4 contenedores adicionales.

 

Residuos a El Cabril

En el mes de diciembre, distintas informaciones, sacaron a la luz el “viaje” de residuos radiactivos de baja intensidad procedentes de la central nuclear burgalesa hasta el centro de almacenamiento de El Cabril, en Córdoba. Un asunto que hizo saltar las alarmas en algunas formaciones políticas andaluzas, desconocedoras de la realidad de un centro de almacenamiento de residuos radiactivos de baja peligrosidad que recibe al año material radioactivo de industrias y hospitales de todo el país, entre otros.

Mientras que Nuclenor afirma que los residuos de media y baja actividad “se encuentran debidamente confinados en contenedores dentro de celdas  en el almacén temporal de residuos (ATR), ubicado en las instalaciones de la central, hasta que Eresa decida su trasporte”, fuentes del Comité de Empresa de la central aseguran que “se ha trabajado durante muchas horas y en varios turnos en las últimas semanas” llevando parte de ese material hasta el centro cordobés propiedad de Enresa.

En concreto, estas fuentes explican que “se han doblado turnos” para que el material de trabajo como las herramientas y los buzos lleguen hasta el Cabril. Una tarea en la que se ha echado manos de empresas colaboradoras expertas en la materia para que el proceso quede concluido a finales de este mes o mediados de febrero.

Según la Memoria de Actividad de Enresa, relativa al ejercicio 2016, el centro cordobés de El Cabril, situado en la localidad de Hornachuelos, mantenía llenas a 31 de diciembre 20 de las 28 estructuras de almacenamiento disponibles teniendo ocupadas 6.665 posiciones de almacenamiento de residuos de baja y media actividad (RBMA) con un montante total de 10.087 metros cúbicos de residuos.

De este modo, los residuos de baja y media actividad, que se corresponden en gran parte con las ropas y el material de trabajo de los empleados de Garoña, entre otros, tendrá su última parada en el centro andaluz donde los residuos de muy baja actividad llegan a la instalación en sacas, bidones o contenedores. Después, se almacenarán en una estructura específica de almacenamiento que cuando llegue a su límite de capacidad quedará cubierta en distintas capas siendo la última de tierra vegetal para su integración en el entorno. Se estima que en 2040, El Cabril estará “lleno”.

 

A la espera del ATC

Los vecinos de Valle de Tobalina con su alcaldesa a la cabeza analizan “con lupa” todo lo que concierne al futuro de la central. Así la primera edil espera que “el Gobierno agilice los trámites de constricción del ATC de Villar de Cañas (Cuenca) para que el entorno de Garoña no se convierta en un cementerio nuclear”. Como ella, muchos vecinos temen que el retraso en la construcción del centro pueda hacer que los residuos  alta intensidad en la comarca durante décadas, “con el peligro que puede conllevar”.

El Consejo de Ministros designó en 2011 al municipio conquense de Villar de Cañas como la sede definitiva del Almacén Temporal Centralizado (ATC) y su Centro Tecnológico Asociado. Una instalación única y necesaria para dejar de pagar por el almacenamiento de residuos en plazas como Francia o Inglaterra y donde irá a parar el combustible gastado y los residuos de alta actividad de las centrales nucleares españolas. Un centro que resulta esencial para el desmantelamiento de Garoña, además de para las centrales que ya se encuentran desde hace años en el mismo camino, y que ansían su puesta en marcha. En el caso de la central nuclear de Vandellós I, permitirá el retorno de los residuos que actualmente están almacenados en Francia y que cargan cada año una factura millonaria a las arcas públicas.

Hace escasos días, el ATC recibió un nuevo varapalo después de que el Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha desestimase el recurso interpuesto por el Ayuntamiento de Villar de Cañas (Cuenca) contra la decisión de la Consejería de Fomento de Castilla-La Mancha de anular el Plan de Ordenación Municipal (POM) que posibilitaba construir el almacén nuclear. De este modo, nadie se atreve a poner una fecha para el inicio de construcción de un almacén que se dijo “iba a estar finalizado en el año 2016”.  Desde el Gobierno de Castilla-La Mancha, con su presidente a la cabeza, se pide al Gobierno central que  “abandone el proyecto” del ATC porque “el proyecto se cae por todas partes”.

 

La plantilla

Ni el uranio ha salido de la piscina, ni los empleados de Garoña. Una media diaria de 200 trabajadores entre personal de Nuclenor y de empresas colaboradoras continúa trabajando en la central. Según confirma Nuclenor, el trabajo principal sigue siendo la vigilancia y mantenimiento de los sistemas de almacenamiento del combustible para lo que se dispone de personal a turnos durante las 24 horas, los 365 días del año con la correspondiente cualificación.

Asimismo, parte del personal que aún permanece en la planta emplea su tiempo en el acondicionamiento de los residuos de media y baja actividad, así como en labores de planificación de las distintas fases del predesmantelamiento.

Así lo confirman también los propios trabajadores a quienes se ha informado en una reunión reciente del trabajo que tendrán que desempeñar en los próximos tres años. “Sabemos que en los próximos tres años estaremos en la central centrados en el pre y en el desmantelamiento”, aseveró uno de los empleados de la histórica central.

“Ahora estamos manteniendo la planta en condiciones seguras en un momento de predesmantelamiento porque en la piscina aún hay 2.500 elementos combustibles”, aseguró el trabajador quien indica que “lo ideal” sería que en un periodo de tres años “se puedan limpiar todos los elementos combustibles” que irían a parar a ese ATI. “Cinco años con los elementos combustibles es demasiado tiempo produciendo un calor residual muy bajo”, añadió el operario, uno de los más veteranos de la planta, que “no ve claro el tiempo” que se tendrá que emplear en el proceso de traslado y almacenamiento antes de pasar al ATC.

Sea como fuere, el comité de empresa valora “sobre todas las cosas” el acuerdo al que llegaron los 222 empleados de la central a quienes se ha ido acomodando en otras centrales nucleares o en procesos de jubilación. En concreto, 67 fueron recolocados en otras centrales nucleares, 28 pasaron a situación de prejubilación y una docena rechazó la recolocación solicitando una indemnización a Nuclenor.

Lo que nadie sabe ni puede garantizar es el tiempo que los trabajadores estarán al pie del cañón en Garoña. “En teoría deberían ser tres años de predesmantelamiento, pero no hay un ATC construido, ni en construcción ”, agregó el miembro del comité que espera que “se busque pronto una solución” para que no se retrase aún más un proceso que “ya es demasiado largo de por sí”.

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