Titirimundi 2023 atrae a más de 44.000 espectadores en una edición con su característica alegría

Casi 13.000 personas vivieron las funciones en los patios y espacios de interior

El XXXVII Festival Internacional de Teatro de Títeres de Segovia Titirimundi, del 10 al 15 de mayo, finalizó con un balance de 44.109 espectadores en una edición marcada no solo por el repentino frío, sino por la buena disposición del público ante unos títeres que “igual que los santos, en cuanto se sacan parecen atraer la lluvia”, resumió la organización.

La lluvia de la tercera jornada sólo pudo con dos funciones de Teatro Arbolé, que tuvieron que ser suspendidas por la intensidad, y una de Teloncillo, que no pudo terminar su sesión. “Es de agradecer cómo el público aguantó estoicamente y a pesar de las inclemencias meteorológicas estuvo ahí, dándolo todo y disfrutando”, afirmó la directora del Festival, Marián Palma.

Fueron las propuestas de 35 compañías, 32 de ellas en Segovia, las que llevaron a cabo alrededor de 300 funciones en 27 espacios de la ciudad, haciendo visible, una vez más y de la manera única que lo distingue a este festival, “la belleza inesperada de las pequeñas cosas, habitando lugares de fantasía y realidad para revelar los misterios de la existencia”.

Las funciones de interior estuvieron encabezadas por compañías como Bob Téâtre, con ‘Nosferatu’; El Espejo Negro y su ‘Verdugo’ de Berlanga, por primera vez en teatro de títeres; Escarlata y su delicado C.U.L.; el impetuoso cabaret de Fekete Seretlek & Studio Damúza; Philipe Huber, uno de los mejores artistas de hilo del mundo; José Antonio Portillo y su inolvidable Biblioteca de cuerdas y nudos; La Chana y su premiado ‘Blancanieves’; La PAI y la brillantez hecha espectáculo; la distancia que se hizo cercana de ‘La Societté de la Moufette & Coma 14’; aplausos para Maribor Puppet Theatre y su ‘Pinocho’

Otras propuestas fueron a cargo de Une Tribu Collectif y su cómplice ‘Gaspard’ o Ymedio Teatro con su espectáculo ‘EcO’, que levantaron. Las funciones de interior se afianzaron este año con un 98 por ciento de ocupación, con 4.748 espectadores.

Mientras, en los patios suman un total de 8.225 las personas que vieron: las pulgas de Dominique Kerignard y Hervé Dubois; al ‘Pelegrín’ de Teatro Arbolé, los cuentos para tejer y soñar y las canciones que borda Teloncillo; la fiesta infinita de los Titiriteros de Binéfar; el teatrito de los herederos de los Ateliers Denino, las risas y el espíritu de alegría de Tof Théâtre, el clown de Dansk Rakkerpak o el teatro de bolsillo en las caravanas hechas con tanto mimo de Neshikot e Ymedio Teatro (Sie7e).

Los títeres cubrieron las calles de complicidad entre público y espectadores, donde 21.600 personas disfrutaron del espectáculo de Sofie Krog Teater y su pócima mágica “crecepelo y arreglatodo” entre escenarios pop-up, La gotera de lazotea; Alex y su conocido Mr Barti; los juegos de Guixot de 8; el mundo de las tuberías que nos acechan de La Mandale; la técnica de clown de Nakupelle; los títeres de Plansjet o el dentista de la Europa del Este de la compañía viguense Troula. Compañías que abarrotaron espacios como la Plaza Mayor, la Plaza de San Martín, San José, La Albuera o Santa Eulalia, entre otros.

 

Fábula para mayores de 8 años

Como escribe José María Merino, “no es el hombre el que creó la ficción, sino que es la ficción lo que nos hace humanos” y la invención de lo humano, por decirlo en expresión de Harold Bloom, surge en el mundo del relato, de la fábula, “un elemento principal en cada espectáculo del festival”, apuntó Palma. De ahí el espectáculo de la compañía belga Pikz Palace, que este año ocupó el espacio del Carrusel en el Azoguejo con una fábula para mayores de 8 años sobre lo que comemos, sobre aquello a lo que estamos expuestos en el mundo y la realidad que nos rodea.

Para la dirección de Titirimundi hay que enfatizar que “el teatro es juego y como tal es comprendido por los niños, que saben distinguir la realidad de la ficción, elemento principal para jugar donde intervienen el humor y la imaginación. En este caso, el teatro de objetos y sus audaces alegorías en un espectáculo que apeló precisamente a la “crueldad” de esa infancia que arranca piezas a su propio elemento de juego, en toda una reflexión y crítica sobre la verdadera violencia y agresión que se ve cada día fuera del teatro, en el mundo real.

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