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Una afectada por el caso de El Salvador asegura que incineraban varios cuerpos a la vez “en hilera”

“Hoy por hoy, estoy casi segura de que no, pero no me atrevo a verlo ahora mismo”

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El 16 de julio de 2017 la vida de Rebeca, una vallisoletana, cambió drásticamente cuando su marido, con apenas 32 años, sufrió un derrame cerebral mientras conducía. La muerte del progenitor la golpeó a ella y a sus dos hijos, y como ella apenas se tenía en pie fueron sus tíos y un cuñado quienes eligieron en el Tanatorio El Salvador la caja con la que incinerarían a su esposo. “Nosotros quisimos ver la incineración, y gracias a eso un familiar nos dijo que habían cambiado la caja, que no era la que habíamos elegido. En ese momento no le hicimos caso, pero por desgracia tenía razón. Ahora nos damos cuenta de que lo que vimos fue que metían la caja en algún lugar, que no era ni un crematorio, puesto que el crematorio de ese tanatorio no funcionaba”.

“Yo creí ver fuego en ese momento, pero lo que había era un cañón de aire que asemejaba todo, porque lo tenían todo muy bien preparado, y han sido capaces de aguantar el dolor de una familia detrás de un cristal, sufriendo en esos momentos, sabiendo que todo era una pamema y que lo que se estaba haciendo no era real”, señaló entre lágrimas en declaraciones recogidas por Ical.

Tras reunirse ayer con los abogados que presentaron hoy las denuncias a los juzgados, Rebeca tiene claro que en El Salvador incineraban “en hilera” varios cuerpos a la vez. “Tengo una amiga que ha abierto la urna de su padre y lo que hay dentro son piedras. Según nos han explicado, en una urna lo único que debe haber son cenizas y algunos huesos triturados, no piedras. Hay otros casos en los que se han encontrado grapas y puntas, lo cual quiere decir que no siguieron el protocolo de imantado, por el cual se quitan las grapas y las puntas de las cajas. Con todo lo que se está oyendo parece que lo hacían para rellenar las urnas, para que pesasen”, señala.

Compungida, las lágrimas se apoderan de ella al reconocer que no tiene la certeza de que las cenizas que tiene en su casa sean las de su marido. “Hoy por hoy, estoy casi segura de que no, pero no me atrevo a verlo ahora mismo”, susurra. “Hay otros familiares que han pasado más años desde la pérdida de su ser querido, que se han atrevido a verlo y mira lo que han visto. Yo no me atrevo ahora mismo…”, completa.

“No me atrevo a ver las cenizas porque yo decidí que mi marido estuviera en su casa, con sus hijos, y si abro eso y veo que no es… Terminaría de destrozarnos. Nos han tratado peor que a perros; ya no era cuestión de una caja más barata, es que tan siquiera les ponían una caja, puesto que les ponían encina de un palé, en una caja de cartón o encima de la tapa de la caja… Lo único que me queda es pensar que lo que han hecho es cambiarme la caja por una más barata, pero que el que yo tengo en mi casa es mi marido, y el padre de mis hijos…”, apunta antes de deshacerse en lágrimas.

Sobreponiéndose al dolor, señala que ha decidido exponer su testimonio ante los medios con la esperanza de “que paguen todos los que han consentido esto a lo largo de todos estos años, no solo los que están detenidos, sino todos los que han participado en ello, mirando para otro lado. Se han querido lucrar del dolor de la gente, y ahora nos obligan a revivir todo y de esta manera”, concluye.

 

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