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Una publicación de la ULE concluye que los orgasmos femeninos dependen del suelo pélvico

La profesora Raquel Leirós González afirma en un artículo que la fisioterapia es útil para tratar y prevenir las disfunciones sexuales

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Un artículo publicado en ‘The Conversation’ por la profesora de Fisioterapia de la Universidad de León (ULE), Raquel Leirós Rodríguez, explica que los músculos del suelo pélvico son responsables directos de la cantidad e intensidad de sensaciones que siente una mujer durante las relaciones sexuales, así como de la intensidad del agarre o presión que siente su pareja durante la penetración.

“Las contracciones rítmicas del suelo pélvico, -afirma la profesora de la ULE-, contribuyen a la excitación y a la capacidad de muchas mujeres para alcanzar el orgasmo. Los programas de ejercicio para el suelo pélvico mejoran el tono muscular y la circulación de los órganos pélvicos. Esto es especialmente importante para los músculos más pequeños del suelo pélvico, que son los responsables de engordar y erguir el clítoris cuando las mujeres están excitadas”. En consecuencia, el mantenimiento de la musculatura perineal en condiciones saludables de fuerza, resistencia y elasticidad “favorece el desarrollo de relaciones sexuales satisfactorias”.

El artículo señala que con los conocidos ‘ejercicios de Kegel’, por poner un ejemplo, es posible entrenar y fortalecer los músculos perineales (entre ellos los isquiocavernosos y bulbocavernosos), y apunta que “de hecho, se ha demostrado que estos ejercicios son un tratamiento preventivo del vaginismo de gran eficacia”.

 

 

 

Creencias y mitos

“El orgasmo femenino, -explica en el texto Raquel Leirós-, siempre ha estado rodeado de creencias y mitos que a día de hoy están definitivamente desmentidos. A estas alturas no hay dudas de que el orgasmo, tanto de hombres como de mujeres, cumple una función a la vez psicológica y fisiológica. Tampoco cabe discusión en cuanto a que las mujeres tienen derecho a sentir placer sexual”.

Por ello, los expertos en medicina sexual y los sexólogos, dice, deben difundir certezas sobre la base biológica del orgasmo femenino a todas las mujeres, no hipótesis ni opiniones personales. Un claro ejemplo lo encontramos en el término de ‘orgasmo vaginal’ u ‘orgasmo activado vaginalmente’. Ambos suelen emplearse para hacer referencia al clímax obtenido durante la penetración vaginal, sin estimulación directa del clítoris externo.

“Lo cierto es que el orgasmo vaginal no tiene ninguna base científica, -comenta el artículo-, ya que es un órgano poco sensible. De hecho, no tiene ninguna estructura anatómica que pueda provocar un orgasmo”. Una evidencia de este fenómeno es que en mujeres con agenesia vaginal (ausencia congénita de la vagina), las respuestas sexuales de la vagina artificial son idénticas a las de la vagina normal.

Lo que sí sucede tanto en mujeres con vagina normal como con vagina artificial es que durante el orgasmo se contrae la musculatura perineal. En todas las mujeres se han identificado contracciones recurrentes de diferentes músculos perineales, especialmente de los bulbocavernosos e isquiocavernosos. Ambos discurren a ambos lados de la vulva (en el espacio delimitado por los labios genitales). Durante la excitación sexual (y la erección del clítoris) se contraen de forma involuntaria y continua favoreciendo la excitación y provocando la eyaculación femenina.

El artículo publicado en ‘The Conversation’ explica que la hipotonía o debilidad del suelo pélvico y la incontinencia urinaria “pueden llegar a interferir de forma directa en las relaciones sexuales, -y añade que en ocasiones-, las pérdidas de orina pueden producirse durante la penetración, durante el orgasmo o en ambos casos. El desplazamiento de la vagina (y de los músculos que la rodean) durante la penetración facilita que puedan ocurrir pérdidas de orina”. En estos casos, es lógico esperar que, tras el ejercicio (adecuadamente pautado) del suelo pélvico, se mejore la sintomatología de estas mujeres.

Por todo lo expuesto, Raquel Leirós comenta que la fisioterapia es útil para tratar y prevenir las disfunciones sexuales, aunque dice que “también se han demostrado efectos beneficios de la aplicación de masaje perineal, de la aplicación de suaves estímulos eléctricos o del uso de instrumentos como las bolas chinas”.

A modo de conclusión se apunta que es necesario “realizar un esfuerzo de divulgación y normalización de esta problemática. Empezando por la población general, dado que, debido a la vergüenza y la incomodidad por la naturaleza íntima del problema, las pacientes pueden no ofrecer voluntariamente información sobre la función sexual a sus sanitarios de referencia”.

En cuanto a los sanitarios, apunta que “corresponde a los profesionales ser conocedores de la importancia y gravedad de las alteraciones sexuales y hacer las preguntas pertinentes a las pacientes con cuadros clínicos compatibles con posible afectación sexual”. Además, los sanitarios también deben “proporcionar un entorno seguro y abierto en el que las pacientes puedan sentirse cómodas hablando de sus relaciones sexuales”.

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